
Opinión por Carmen Khalil
Soy madre. Soy periodista. Y soy aficionada al fútbol. Y hoy escribo con el corazón ardiendo de indignación.
Porque lo que ha pasado con el CD Malacitano no es solo una jugada turbia en los despachos. Es una falta de respeto, una burla descarada y una traición a todos los que amamos el fútbol de verdad. A ese fútbol de barro, esfuerzo y valores. El que enseñamos a nuestros hijos cada día en los entrenamientos, en las gradas, en las derrotas dignas y en las victorias limpias.
Traerse un club desde La Unión, Murcia, meterle una camiseta plagiada, una historia usurpada y decir que ahora es "nuestro"... ¿eso es fútbol? No, eso es marketing con olor a dinero fácil. Es una franquicia disfrazada de sentimiento. Y es prostituir la esencia de este deporte.
Nos dicen que es una oportunidad. ¿Para quién? ¿Para los de siempre? ¿Para los que pueden comprar historia con talonarios? ¿Y nuestros clubes humildes, los que se parten la cara cada fin de semana por mantener vivo el fútbol base? ¿Dónde queda el respeto a su trabajo?
El fútbol no se compra en una subasta. No se maquilla con una rueda de prensa y una camiseta recién planchada. El fútbol se construye con tiempo, con raíces, con identidad. Y eso no se improvisa.
Como madre, me duele ver que a los niños les enseñamos a luchar por lo suyo, a respetar las normas, a competir con nobleza… y luego los adultos les damos este ejemplo. Un equipo teletransportado, una categoría ganada en despachos, no en el campo.
Como periodista, me hierve la sangre ver cómo se normaliza esta operación. Cómo se vende como “proyecto ilusionante” lo que no es más que una falta de ética deportiva.
Y como aficionada, simplemente me niego a aplaudir. Porque amar a un escudo no es tragarse cualquier cosa que lleve su nombre. Amar al fútbol es defender sus valores, incluso cuando duele.
Esto no va de romanticismo. Va de dignidad.
Me gusta
Comentar
Enviar
Añadir comentario
Comentarios