EL DIA QUE FONDO SUR GANÓ POR GOLEADA
Asistir a un partido en La Rosaleda es un privilegio y así lo he sentido siempre, y si además tienes la suerte de poder disfrutarlo desde la sombra protectora de los pupitres de prensa, es obvio que el placer es inconmensurable. Desde esa posición es imposible no sufrir un poco por aquellos que, bandera en mano y camiseta en pecho, desafían sin miedo al sol que abrasa el campo en estos días de verano anticipado, y es inevitable sentirse orgulloso de la lealtad de todos estos incondicionales que, frente a un partido en el que nada nos jugábamos, con una temperatura de horno, con una tarde de Champions y con un Estepona y un Antequera jugándose el ascenso, habían elegido ser parte de esas 19.200 almas que llenaron el estadio el último partido de la temporada 24-25.
Lo que no sabían los asistentes a este partido es que serían los elegidos para vivir uno de los momentos más hermosos, promovidos por la afición, que se ha podido ver en Málaga, y en mi opinión, en España en los últimos años. Los que llenaron las gradas ese 31 de mayo de 2025 le podrán contar a sus hijos y a sus nietos que esa tarde calurosa, con un partido sin interés y mientras el juego de los nuestros era bastante flojo, la grada de animación rugía, como siempre, pero presagiaba algo espectacular. Y es que al inicio del partido, Fondo Sur desplegaba el tifo más grande que haya tenido La Rosaleda, nada menos que 30 x 28 metros medía la impresionante ilustración con la que homenajeaban a la afición junto a una pancarta de 28 metros x 2,80 en la que se leía "DE PADRE A HIJOS". Es imprescindible mencionar la complejidad para poder llevar a cabo esta acción, pues el peso de este tifo y sus dimensiones han requerido todo el esfuerzo y la experiencia de un FONDO SUR que no ha decaído un solo momento esta temporada, dejándonos momentos para el recuerdo. Pero fue en el minuto 30 del partido, cuando ya pensábamos que nada nos impresionaría más que el tifo, que apareció una pancarta que rezaba "NOS VAMOS DE VACACIONES", junto a una performance desarrollada en la grada que se pobló de flotadores, colchonetas y pelotas de playa, que volaban de arriba abajo durante un largo espacio de tiempo, culminando con las filas horizontales de aficionados caminando en direcciones opuestas, que desde el resto del campo hizo ver la grada como un mar con olas. En resumen: un auténtico y magnífico espectáculo que hizo de esa tarde un momento que no vamos a olvidar.
Pero si hay algo que realmente nunca, como aficionada, voy a olvidar de este partido, es el hecho de cómo la grada supo dar a cada uno su lugar, con rotundidad y sin divagaciones, como lo hacen ellos, sentenciando. Para José María Muñoz llegaron las partes más duras, y junto al "José María dimisión", hubo otros cánticos mucho más creativos. Y es que con Chanquete empezó todo, porque el clásico "no nos moverán" se convirtió en un "estamos hasta los güevos del administrador" (y sí, casa, prueben música y letra que funciona). Al administrador le tocó la parte oscura, pero donde realmente disfruté fue en el reconocimiento de la grada a Kevin Medina, que en algún momento sufrió los pitos de algún sector que quizá por la insolación, no recordaba los maravillosos momentos que nos ha dejado este futbolista. Con Cordero hicieron lo propio, SEÑORÍO, porque aunque Antoñito se vaya de estas tierras, los buenos malaguistas, bien nacidos por definición, lo van a recordar siempre con cariño y así se lo hizo saber la grada, ni un reproche, como debe ser. Lo de Dioni y Manu Molina a quien escribe ya le arrancó la lagrimilla, porque escuchar cómo cantaban "Manu Molina lolololo, Manu Molina..." encogía el corazón y no podemos dejar de preguntarnos ¿POR QUÉ no sigue? Y como digo, a cada uno le dieron su lugar, sin olvidarse de Alfonso, el rey del estadio que con generosidad veía a Carlos López defender la portería en ese último partido. Para Carlos, no podía ser de otra forma, también hubo cariño y arrope.
Fueron noventa minutos en los que el fútbol fue in crescendo, y si el árbitro hubiese dado unos minutillos más no cabe duda de que el partido se hubiese ganado, porque ya no jugaban solos, jugaban con 19.000 valientes que, contagiados por la grada, por la escenografía de Fondo Sur y por ESE SENTIMIENTO INEXPLICABLE, parecían llevar en volandas al once del verde. Y la grada mencionaba a preferencia, y preferencia respondía, y luego era turno del fondo y de tribuna... y atronaban las palmadas sobre los asientos hasta el punto que los jugadores del Unicaja, invitados de honor del partido, y más que acostumbrados a una afición increíble, parecían no creerse lo que bullía en una Rosaleda que tras el pitido final no quería vaciarse.
Un día memorable, un partido intrascendente, un golazo de Fondo Sur, y un corazón partío, el mío, al pensar que la próxima temporada echaremos de menos a futbolistas a los que les tenemos un gran cariño.